¿Dolor real o estrategia emocional? Conoce el lenguaje oculto de la evitación escolar en niños

Comprendiendo el caso de Erick: ¿Por qué finge dolores para no ir a la escuela?

Erick es un niño de segundo grado de primaria que frecuentemente alega dolor de estómago o de piernas para evitar asistir a clases. En una conversación sincera, admitió que finge estos malestares con la intención de faltar ciertos días a la escuela. Llama la atención que el año anterior Erick incluso se colocaba buenas calificaciones y felicitaciones falsas en sus propias hojas de trabajo, simulando elogios y notas altas que no provenían de sus maestros. Estas conductas –mentir sobre dolencias y falsificar logros académicos– pueden desconcertar tanto a padres como a docentes, pero desde una perspectiva psicológica suelen ser señales de problemas subyacentes que el niño quizás no sabe expresar abiertamente. En este artículo analizaremos, con un enfoque psicológico y citando a expertos en psicología infantil, las posibles causas detrás del comportamiento de Erick (como ansiedad escolar, necesidad de atención, problemas de autoestima o dinámicas familiares). Además, ofreceremos recomendaciones prácticas dirigidas a padres y maestros para abordar efectivamente estas situaciones. El objetivo es comprender por qué un niño podría recurrir a estas estrategias de evasión y cómo ayudarlo a enfrentar aquello que teme o necesita, creando un ambiente seguro tanto en el hogar como en la escuela.

Ansiedad escolar y rechazo a la escuela

Una de las causas más comunes de este tipo de conducta es la ansiedad relacionada con la escuela. Muchos niños experimentan lo que los expertos denominan rechazo escolar, es decir, una ansiedad extrema que los lleva a evitar ir a la escuela de cualquier forma posible. En ocasiones, los niños con rechazo escolar somatizan su ansiedad: comienzan a reportar síntomas físicos como dolores de cabeza o de estómago sin causa médica aparente​. Como explica el Child Mind Institute, la ansiedad puede manifestarse de manera física en los niños; por eso, un niño ansioso realmente siente dolor de barriga o náuseas, aunque clínicamente esté sano​. En otros casos, el niño sabe que no está enfermo pero finge deliberadamente esos síntomas como excusa para no ir a clases​. De hecho, es común que los niños más pequeños finjan enfermedades (por ejemplo, quejarse de dolor de estómago o náuseas) para justificar quedarse en casa​.

Detrás de esta ansiedad escolar pueden haber distintos detonantes. Algunos niños temen la separación de sus padres (ansiedad por separación), otros sienten pánico ante ciertas situaciones en la escuela: puede ser miedo a un examen, a hablar en público, a no entender la clase o incluso temor a algún maestro(a) muy estricto o a ser regañado en clase. Situaciones de acoso escolar (bullying) o conflictos con compañeros también pueden generar un miedo intenso a asistir. Si el niño percibe la escuela como un lugar hostil o estresante, desarrollar una respuesta de evitación es su manera de escapar de ese malestar. En términos clínicos, cuando la evitación escolar se vuelve frecuente, puede considerarse parte del trastorno de ansiedad por separación, de la fobia escolar o de un cuadro de ansiedad social, entre otros​. Un artículo del «Manual Merck» señala que aproximadamente 5% de los niños en edad escolar presentan rechazo a ir a la escuela en algún momento, típicamente entre los 5 y 11 años. Este rechazo suele estar vinculado a factores de ansiedad, depresión o problemas sociales (como no tener amigos o ser intimidado por otros)​.

En el caso de Erick, conviene indagar si hay algo en el entorno escolar que le genere ansiedad en esos “ciertos días” en que intenta faltar. ¿Ocurre algo especial esos días (un examen, una clase determinada o alguna interacción social incómoda)? Un ejemplo ilustrativo lo ofrece un caso citado en Los Angeles Times: un niño de 3 años fingía estar enfermo los lunes para no ir a la guardería, y al investigarlo, descubrieron que quería evitar a otro niño que lo molestaba; es decir, había aprendido a usar la enfermedad como vía de escape de un problema específico​. Del mismo modo, Erick podría estar evitando enfrentarse a situaciones escolares que le generan temor –sea académico o social– y ha descubierto que alegar un dolor físico le permite eludir ese malestar.

Los especialistas aconsejan que padres y maestros estén atentos a este patrón de dolencias sin explicación médica que surgen repetidamente antes de la escuela, ya que suele indicar un problema emocional de fondo​.

En lugar de etiquetar al niño inmediatamente de mentiroso o flojo, es importante explorar con sensibilidad qué le preocupa o le asusta de la escuela. Como señala Carlota Schechter, experta en estudios familiares, “no queremos negar los sentimientos de los niños; una de las cosas más importantes es reflejar sus sentimientos y tratar de entender de dónde vienen”​

Es decir, validar el miedo o la ansiedad que el niño expresa (aunque sea a través de “me duele la panza”) y mostrar disposición para ayudarlo, en vez de minimizarlo con un “no pasa nada”.

También es útil saber que no todos los casos de evitación escolar son iguales.

El psicólogo Christopher Kearney y colegas, expertos en fobia escolar, identifican cuatro motivaciones principales por las que un niño se niega a ir a la escuela:

1. Evitar situaciones que le provocan emociones negativas intensas (ansiedad, tristeza, etc.),

2. Escapar de situaciones sociales o evaluativas que le resultan aversivas (por ejemplo, interactuar con ciertos compañeros o rendir exámenes).

3. Buscar la atención y cercanía de figuras importantes (padres u otros cuidadores).

4. Disfrutar de recompensas fuera de la escuela (como jugar videojuegos u otras actividades más gratificantes que las clases)​.

Entender cuál de estas funciones está reforzando la conducta de Erick es clave para ayudarlo: en su caso podrían intervenir tanto la evitación/escape de algo incómodo en la escuela (motivos 1 o 2) como la búsqueda de atención o comodidad en casa (motivo 3), que abordaremos en la siguiente sección.

Necesidad de atención y búsqueda de seguridad

Otra posible causa del comportamiento de Erick es la búsqueda de atención o de la sensación de seguridad que le brinda el hogar. Algunos niños descubren que al decir “me siento mal” reciben inmediatamente cuidados especiales: la atención plena de mamá o papá, mimos, quizás quedarse en casa viendo sus programas favoritos. Si un niño se siente falto de atención o afecto, aunque sea de forma inconsciente puede aprender a fingir malestares para convertirse en el centro de atención de los adultos. “En la mayoría de las ocasiones [fingir estar enfermo] no es más que una forma de llamar la atención”, explica un artículo de Hacer Familia​. Los niños suelen imitar comportamientos que ven que resultan en mucha atención: observan que las personas enfermas reciben cuidados y mimos, y piensan que si ellos se muestran enfermos lograrán lo mismo​. Como señala este mismo recurso, no es que los niños finjan porque vean a sus padres mentir, sino porque han observado que al estar enfermo uno se vuelve el centro de cuidados. Así, el pequeño puede razonar: “si me duele la barriga, mamá me dejará quedarme en casa y estará pendiente de mí”.

Hay casos en que el deseo de ser atendido es tan fuerte que el malestar llega a sentirse real. Es decir, el niño puede llegar a psicosomatizar su estado de ánimo y manifestar síntomas físicos leves originados por su ansiedad o necesidad emocional​.

Esto significa que, aunque el dolor no tenga causa médica, el niño no está del todo “mintiendo” desde su perspectiva, pues efectivamente siente alguna molestia derivada de su tensión emocional. No obstante, muchos niños sí son conscientes de que están exagerando o fingiendo, pero lo hacen de forma intencional porque han comprobado que funciona: obtienen esa atención extra o logran evitar algo desagradable.

En el caso de Erick, habría que preguntarse cómo es el ambiente en casa cuando él se queja de un dolor. ¿Recibe quizás más cariño o permisos especiales esos días? Por ejemplo, si cuando dice que le duele el estómago la respuesta es dejarlo ver televisión en cama y no hacer tareas, el niño puede asociar “estar enfermo” con una recompensa. Los expertos lo llaman refuerzo positivo: el niño repite la conducta (fingir enfermedad) porque obtiene un beneficio (atención, confort, evitar obligaciones). Un artículo de la psiquiatra infantil Natalia Trenchi señala que niños así “saben que no sienten [el dolor] y lo utilizan como excusa para conseguir o evitar deliberadamente algo”​. Puede ser tanto evitar el colegio en sí (por las razones de ansiedad ya vistas) como conseguir más cercanía de sus padres. De hecho, la ansiedad por separación –el miedo a alejarse de las figuras de apego– suele manifestarse en edad escolar justamente con quejas físicas en la mañana, llanto o apego excesivo al despedirse de los padres​. El niño percibe que si logra quedarse en casa, permanece en su “zona segura” junto a papá o mamá.

Es importante diferenciar esta búsqueda de atención de una manipulación malintencionada. A los 7-8 años (edad de Erick), los niños no planifican engaños elaborados para “controlar” a los padres; más bien responden a necesidades emocionales no satisfechas. Si Erick recurre con tanta frecuencia a este comportamiento, podría indicar que está necesitando más tiempo de calidad, más seguridad o más apoyo emocional de parte de los adultos. Como padres, conviene reflexionar: ¿Está sintiendo Erick que solo recibe nuestro cariño incondicional cuando está enfermo o tiene un problema? ¿Podría estar celoso de la atención que reciben otros hermanos, por ejemplo, y por eso dramatiza dolencias? Identificar esto nos permitirá corregir el rumbo: ofrecerle atención en momentos positivos (cuando hace las tareas, cuando vuelve de la escuela, durante el juego) para que no sienta que enfermar es la única vía de obtener nuestro cuidado.

Problemas de autoestima y miedo al fracaso

La conducta de Erick de colocarse buenas calificaciones y felicitaciones falsas en sus trabajos escolares sugiere que también pueden estar en juego temas de autoestima o miedo al fracaso. Alterar sus propias notas indica que Erick desea verse –y que los demás lo vean– como un buen estudiante, quizás porque teme las consecuencias de no serlo. Es posible que Erick sienta una presión (interna o externa) por obtener siempre buenas calificaciones, al punto de preferir falsificarlas antes que admitir un desempeño más bajo. Muchos niños desarrollan el miedo a defraudar las expectativas de sus padres o maestros, y por ello ocultan sus errores o mienten sobre sus logros. La psicóloga infantil Ángela Peco explica que normalmente un niño miente por dos causas principales: frustración y un exceso de exigencia por parte de sus padres, señalando que la mentira es principalmente una conducta de evitación del castigo o de la desaprobación​. En otras palabras, cuando un niño siente que no puede alcanzar lo que se espera de él, puede recurrir a la trampa o la mentira para evitar sentirse fracasado ante los ojos de sus figuras de referencia.

En el caso de falsificar notas o felicitaciones, es muy probable que el niño esté intentando proteger su autoestima. Al ponerse una calcomanía de “¡Excelente trabajo!” o escribirse un 20/20, Erick tal vez busca la validación que necesita (“lo hice bien”) ante la falta de esa aprobación real. Esto puede ocurrir si, por ejemplo, el año anterior él no obtuvo los resultados que deseaba y se sintió mal consigo mismo, o notó que sus padres solo celebraban las notas altas. Si el entorno del niño enfatiza demasiado los logros (ej.: castigando las malas calificaciones o comparándolo con otros), el niño puede aprender que no ser perfecto no es aceptable. Ángela Peco menciona que los niños a veces mienten para no defraudar a sus padres, por ejemplo diciendo que sacaron una buena nota cuando no es cierto​.

En el blog de Crianza Natural, una psicóloga señalaba ante un caso similar: “Si tu hijo te está engañando con las notas es porque tiene miedo a tu reacción” (Aragón Digital, 2015). Es decir, el temor al enojo o la decepción de los padres puede llevar a que un niño oculte la verdad de sus calificaciones. Erick, al falsificar elogios en sus tareas, podría estar revelando ese miedo al fracaso y a la desaprobación: prefiere vivir una “ficción” en la que cumple las expectativas, antes que enfrentar sentirse menos inteligente o capaz.

Otra posibilidad es que Erick tenga una necesidad profunda de reconocimiento y refuerzo positivo. Quizá en su salón de clases no recibe muchas estrellitas o felicitaciones reales (tal vez por un desempeño promedio), y el niño, ansiando ese reconocimiento, decide proveérselo a sí mismo. Esto habla de una autoestima frágil: Erick no se siente suficientemente valorado, así que se auto-elogia de manera creativa para llenar ese vacío. Los niños con baja autoestima a menudo evitan tareas difíciles, temen equivocarse y buscan confirmación constante de su valía. En lugar de arriesgarse a una tarea o curso que podría salir mal (y hacerle sentir “tonto” o “malo”), es más seguro para Erick decir que le duele el estómago y no presentarse. Evitar la situación le evita también enfrentarse a la posibilidad de un fracaso real. Es un mecanismo de defensa: si no lo intento, no fallo. El problema es que, a largo plazo, esta estrategia le impide desarrollar resiliencia y tolerancia a la frustración.

Como padres y docentes, debemos prestar atención a las señales de perfeccionismo infantil o temor intenso a los errores. A veces los niños que aparentan pereza o desinterés esconden en realidad un gran miedo a no ser “suficientemente buenos”.

Por eso, es útil revisar nuestras actitudes: ¿Estamos poniendo un énfasis saludable en el esfuerzo y el aprendizaje, o inadvertidamente hacemos sentir al niño que solo importa la nota «A» o «20» sobresaliente?. Un ambiente donde el niño se siente seguro de que sus padres y maestros lo apoyarán incluso si se equivoca, reduce la necesidad de mentir o de evitar los retos. Erick debe saber que es aceptable no ser perfecto, que todos cometemos errores y que lo queremos tal como es.

Dinámicas familiares y otros factores contextuales

Las conductas de Erick no ocurren en el vacío; las dinámicas familiares y el contexto general también pueden influir. Por un lado, si en casa ha habido cambios significativos o situaciones estresantes, el niño puede reaccionar con este tipo de comportamientos. Por ejemplo, niños de familias donde hay conflictos, divorcio o enfermedad de un familiar a veces somatizan sus angustias o buscan permanecer en casa para sentirse más seguros. Si Erick percibe tensión en el hogar (discusiones entre los padres, preocupación económica, etc.), podría estar fingiéndose enfermo no solo para evitar la escuela sino también para no alejarse de su familia en un momento difícil.

Otro aspecto es la disciplina y el manejo de las mentiras en casa. Si al niño se le ha castigado con dureza por errores menores, puede haber aprendido a mentir por miedo. Del mismo modo, si observa que en casa los adultos usan mentiras “blancas” con frecuencia (“dile al tío que no pudimos ir porque estábamos ocupados”, cuando en realidad no querían ir), él podría normalizar el engaño como herramienta. Ángela Peco menciona que a veces los niños simplemente imitan conductas que ven en sus padres​. Esto no significa que los padres de Erick mientan, sino que los niños son muy observadores de la honestidad y pueden replicar patrones de comunicación. También influye si en la familia ha funcionado la estrategia de evitar responsabilidades. Por ejemplo, si un hermano mayor en alguna ocasión fingió estar enfermo para no ir a la escuela y los padres cedieron, Erick pudo haber aprendido esa táctica.

La exigencia académica familiar forma parte de estas dinámicas. Ya vimos cómo expectativas muy altas pueden empujar al niño a mentir. En contraposición, una familia que conversa abiertamente sobre las dificultades, que no sobrevalora las notas y que brinda apoyo cuando el niño tiene problemas, suele disminuir la necesidad de escape. En familias donde se fomenta la comunicación, es más probable que el niño diga “no quiero ir porque tengo miedo al examen” en lugar de inventar un dolor físico. Si en cambio en la familia falta esa apertura, el niño optará por el recurso que conoce: el síntoma físico.

No debemos olvidar otros factores contextuales: la personalidad del niño (Erick podría tener una imaginación vívida que lo lleva a estas “historias” del dolor, o un temperamento ansioso de base), y también la cultura escolar. Un ambiente escolar muy competitivo o poco acogedor emocionalmente puede exacerbar estos comportamientos. Niños “muy sensibles” o inseguros son particularmente propensos a reaccionar con temor ante docentes severos o muchas reprimendas, llegando a evitar la escuela por esa razón​. Por otro lado, niños con alguna dificultad de aprendizaje no detectada podrían fingir estar enfermos para evitar la vergüenza de no entender la clase o de recibir malas notas. Por eso es vital evaluar integralmente el caso: entender al niño y su entorno.

En síntesis, las razones detrás de las conductas de Erick pueden ser múltiples y entrelazadas. Generalmente no es un solo factor el que empuja a un niño a fingir enfermedades o falsificar logros, sino una combinación: cierta vulnerabilidad emocional del niño, más alguna situación estresante en la escuela, más la respuesta (consciente o no) de la familia a esa conducta, todo ello formando un ciclo que se refuerza mutuamente. Identificar las causas principales en el caso de Erick permitirá cortar ese ciclo y ayudarlo de manera adecuada. A continuación, presentamos recomendaciones prácticas para abordar estos comportamientos, dirigidas tanto a los padres como a los docentes, ya que la solución más efectiva proviene de un esfuerzo conjunto hogar-escuela.

Recomendaciones para padres

Busca ayuda si es necesario: Si ves que tu hijo sigue igual por semanas o está muy preocupado, habla con un psicólogo infantil. Ellos pueden ayudarlo a entender y manejar sus miedos poco a poco.

Habla con calma: Si crees que tu hijo está fingiendo dolor para no ir a clases, no te enojes. Pregúntale con cariño si algo le molesta en el colegio. Dile que estás para ayudarlo y que puede confiar en ti.

Valida sus emociones: Aunque los doctores digan que está sano, dile que le crees y que sabes que no se siente bien. Evita frases como “no es nada”. Mejor dile: “Parece que la escuela te pone nervioso. Vamos a ver cómo te ayudo”.

Averigua qué le pasa: Pregunta con cuidado si alguien lo molesta o si tuvo algún problema en clase. Habla con su maestra para ver si ella ha notado algo. A veces hay situaciones que el niño no cuenta, pero la escuela sí las ha visto.

No cedas siempre a que falte: Si sabes que no está enfermo, anímalo a ir a la escuela igual. Puedes decirle: “Si te sientes peor, la profesora me llamará”. Además, si se queda en casa, evita que sea un día divertido: nada de juegos ni televisión.

Demuestra amor sin condiciones: Dile que lo quieres aunque se equivoque. Si cambió una nota o mintió, no lo regañes de inmediato. Pregunta por qué lo hizo y dile que ser sincero es mejor que aparentar.

Elogia la honestidad: Cuando diga la verdad, aunque sea difícil, felicítalo. Por ejemplo: “Gracias por decirme que no hiciste la tarea. Vamos a ver cómo lo solucionamos”.

Recomendaciones para docentes

  • Habla con la familia: Si notas que un estudiante falta mucho o va seguido a la enfermería, conversa con sus padres. Comenten lo que han visto tanto en casa como en la escuela. Esto ayudará a entender mejor lo que está pasando y buscar soluciones juntos.
  • Haz del aula un lugar seguro: Es importante que los niños se sientan tranquilos y escuchados. Si un alumno dice que se siente mal, no lo minimices. Mejor escúchalo y dale un momento para calmarse. Puedes incluir espacios en clase donde los niños cuenten cómo se sienten, usando dibujos o caritas.
  • Observa qué le afecta: Revisa si hay algo en la escuela que le causa estrés: tareas difíciles, problemas con otros niños, o miedo a participar. Si necesita apoyo, bríndaselo con paciencia. También cuida que el ambiente en clase no sea demasiado exigente o duro para los más sensibles.
  • Sé comprensivo pero firme con las faltas: Si falta seguido, al regresar recíbelo con amabilidad. Ayúdalo a ponerse al día, pero recuérdale que igual debe cumplir con sus responsabilidades. Así entenderá que faltar no lo libra de sus tareas, pero tampoco será juzgado por ello.
  • Elogia su valentía: Si viene a clase en un día difícil o participa aunque tenga miedo, felicítalo. Puedes motivarlo con pequeños premios o encargos especiales, siempre con cuidado de no hacerlo sentir diferente frente al grupo.
  • Dale un pequeño rol en clase: A veces sentirse útil hace que el niño tenga más ganas de ir a la escuela. Encárgale una tarea sencilla, como ayudar con los materiales o ser el responsable de algo pequeño. Esto puede aumentar su confianza.
  • Trabaja con el equipo de orientación: Si el colegio tiene psicólogo u orientador, conversa con ellos. Ellos pueden ayudar al niño a expresar sus emociones y darte ideas para manejar mejor la situación en clase. También pueden acompañar al niño si se siente muy ansioso.

Conclusión

El caso de Erick nos recuerda que las conductas de evitación en los niños (fingir enfermedades, mentir sobre logros) son, en el fondo, formas en que ellos comunican necesidades o dificultades emocionales. Ya sea ansiedad intensa hacia la escuela, necesidad de mayor atención y seguridad, temor a fracasar o dinámicas familiares complejas, es tarea de los adultos decodificar el mensaje detrás de la conducta. En lugar de castigar o juzgar rápidamente, conviene acercarnos con comprensión y buscar soluciones colaborativas. Con el apoyo adecuado de padres y maestros –brindando contención emocional, reforzando la honestidad, ajustando expectativas y, de ser necesario, buscando ayuda profesional– niños como Erick pueden superar sus miedos, desarrollar resiliencia y aprender a enfrentar los retos escolares de forma saludable. Al fin y al cabo, tanto la familia como la escuela comparten un objetivo común: el bienestar integral del niño y su crecimiento emocional positivo.

Referencias

Angela Peco Psicología. (2019). Niños que mienten… [Entrada de blog]​ Recuperado de https://angelapecopsicologia.com/ninos-que-mienten/

Child Mind Institute. (s.f.). Cuando los niños no quieren ir a la escuela. Recuperado de https://childmind.org/es/articulo/cuando-los-ninos-no-quieren-ir-a-la-escuela/

Manual Merck. (2023). Rechazo a ir a la escuela – Salud infantil. Manual MSD versión para público general. Recuperado de https://www.merckmanuals.com/es-us/hogar/salud-infantil/problemas-de-comportamiento-en-ni%C3%B1os/rechazo-a-ir-a-la-escuela

​Hacer Familia. (2016, 29 octubre). Mi niño finge estar enfermo, ¿por qué lo hace?. Recuperado de https://www.hacerfamilia.com/ninos/noticia-nino-finge-estar-enfermo-hace-20161029101743.html

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Kearney, C. & Silverman, W. (1993). Funciones primarias del rechazo escolar: evitación, escape, atención y recompensas. En School Refusal Assessment Scale. (Citado en Calderón, 2020, Prevalencia del rechazo escolar).