A la sombra de nuestros padres

La policía detuvo a un muchacho de 17 años por haber cometido un delito y lo enviaron a un centro de detención. El adolescente repentinamente entró en un estado de furia sin control. Rompió ventanas, pateo puertas, forcejeó con el personal, luego paso horas golpeándose a sí mismo, lastimándose. Luego de varias horas, cuando le preguntaron por la razón de su conducta, contestó: “Lo hice porque no tengo nada que perder. Ya he perdido lo único que hubiera podido detenerme: mis padres”.

Otro muchachos escribió lo que sigue: “Les diré por qué nosotros los adolescentes nos llenamos de bebidas alcohólicas y nos acostamos con chicas. Ustedes, los padres inician peleas y dan un mal ejemplo en los asuntos morales y a pesar de eso esperan que nosotros, los hijos actuemos como ángeles. Tan sólo estamos imitando lo que ustedes hacen. ¿Por qué no practican lo que predican?”

Queridos Padres y Madres, si!, decimos “queridos” por qué sabemos que los padres también tienen su historia, con sus heridas y alegrías. Muchos padres de familia nos comentan frustrados en la consulta su preocupación por el comportamiento actual de sus hijos/hijas adolescentes. Como habrán leído en los anteriores casos, nadie desearía vivenciar estos problemas. Pero a menudo la vida (muy sabia) nos envía determinadas crisis para levantarnos del mueble de la comodidad para generar cambios dentro de nuestra vida familiar. Ustedes tienen la sabiduría y la humildad suficiente para que sus vínculos familiares sean saludables. Tener un hijo, dentro o fuera del matrimonio, no requiere una licencia ni un examen, Hay matrimonios jóvenes que se cargan hijos sin tener los conocimientos necesarios para ser padres responsables, para disciplinarlos, formarles el carácter o comunicarse constructivamente con ellos. Estos padres no cometen errores intencionalmente, pero sus hijos de todos modos sufren las consecuencias.

La forma como te criaron y te enseñaron a ver la vida hunde sus raíces en todo. Si tuvimos unos padres generosos, o unos padres hiperprotectores, o ausentes, o muy rígidos, o distantes, todo eso deja formas y estilos para relacionarnos con los demás, sobre todo en nuestras relaciones de pareja.

Promesas ocultas en el interior de los Jóvenes

Lo que observamos en nuestro trabajo terapéutico, especialmente en los jóvenes, son promesas interiores que los hijos e hijas se plantean cuando sienten que sus padres no están en su lugar como padres, es decir, toman roles de “ausentes”, “maltratadores”, “infieles”, “abandonadores”, “alcohólicos”, “débiles”, “depresivos”, etc. Estas escenografías en el hogar generan que los jóvenes se hagan promesas como: “Por eso cuando tenga hijos no me ausentaré como mi padre/madre”, “Nunca le pondré la mano encima a mis hijos o a mi pareja”, “Yo no seré infiel como lo fue mi papá”, “Nunca abandonaré a mi familia como lo hizo mi papá”, “Yo no seré alcohólico como lo fue mi padre”, “No seré como papá”, “No seré como mamá”, etc.

Mal empezamos diciendo que lo haremos mejor que nuestros padres. Porque con los años es muy posible que nos acabemos pareciendo mucho a ellos. Y además, hay que darse cuenta de que la mayoría de padres no lo hicieron tan mal. No tenían tanta información como tenemos ahora, pero le echaron ganas y de alguna manera lograron que la vida de sus hijos continúe.

Tomar a los padres

Los hijos comienzan por amar a los padres; cuando ya han crecido, los juzgan y, algunas veces, hasta los perdonan. Sólo te puedes alejar del modelo si consigues estar en paz con tus padres. Hay quienes se descubren a los 40 diciendo ‘me prometí que no le gritaría a mis hijos y les estoy gritando como mi madre hacía conmigo’. Es importante poder estar en paz con aquello que viviste de niño, porque repetirnos una y otra vez que no repetirás algo que hicieron tus padres es acabar haciéndolo.

La mayoría de las personas aman profundamente a sus padres y cuando dejan de cerrarse con sus argumentos defensivos, reabren su corazón y atraviesan el dolor, les vuelve el amor y la ternura hacia ellos. También descubren que los padres fueron niños un día, y también su corazón fue frágil y aprendió a defenderse, que ellos también vivieron sus carencias y dificultades. Esto nos conmueve a mirar a nuestros padres con generosidad, compasión y gratitud por el regalo de la vida que nos dieron a pesar de los pesares.

“Nunca es tarde para tener una infancia feliz”, que es lo mismo que decir “nunca es tarde para cambiar nuestra manera de relacionamos con el pasado”. Aunque no es fácil, se logra aceptando lo que sucedió en aquellos años primordiales y resignificándolo en positivo, es decir, dándole un sentido útil y favorecedor, de manera que abra puertas y ventanas a la buena vida, en lugar de causarnos atascos, ataduras y repeticiones de viejas heridas o destinos familiares. Si sufriste algún tipo de maltrato, evita construir una identidad de víctima o de agresor, a tu vez, resístete a repetirlo con tus hijos. Aprende a resignificarlo: no olvides que pudiste, que aprendiste, que lidiaste con el dolor, que llegaste hasta donde estás. Tal vez incluso puedas encontrar en cada golpe sufrido el gran dolor del corazón de tus padres, perdidos ellos mismos en su desamor y sus heridas.

“Papá, Mamá, gracias por la vida y por mucho más. Lo tomo todo de ustedes. De las heridas les dejo la responsabilidad. Yo era pequeña(o) e inocente. Y lo que pasa entre ustedes es demasiado para mí. Lo demás no me concierne. Y Mamá gracias por elegir a papá, y Papá, gracias por enamorar a mamá. Y los quiero a los dos. Y en mí los pongo juntos, porque así estuvieron para hacerme y darme la oportunidad de vivir.

Gracias por haber llegado hasta aquí!