Cuánto vale una familia

Imagina que tienes la oportunidad de volver a ser un niño/niña de unos 6, 7 u 8 años de edad. Imagínalo, tú allí sentadito(a) en una carpeta de tu colegio primario, inmerso en tu inocencia, ternura y en tu movimiento natural y espontaneo de dar y de recibir afecto y cariño. Es una mañana igual como tantas en el colegio, con múltiples estímulos que ocurren a tu alrededor: tus compañeritos, la maestra, las figuras y colores del salón, la tarea que están realizando, etc. Ahora te pregunto… ¿qué te gustaría que sucediera en ese momento? ¿te gustaría que nos pongamos a jugar?, ¿qué pudiéramos guardar nuestros útiles y cuadernos para reírnos entre todos? ¿qué pudiéramos contarnos nuestros gustos e intereses? ¿qué salgamos al patio para reír y saltar? y ¿QUÉ PASARÍA SI TE DIJERA QUE… TUS PADRES ESTÁN AQUÍ Y HAN VENIDO PARA JUGAR CONTIGO? ¿Lo creerías?, ¿Cómo te sentirías?

La niñez, como sabemos es una etapa fundamental, pues los asuntos que ocurran en esta etapa de nuestra vida serán determinantes para las etapas que siguen en nuestra vida, principalmente la adolescencia. El tiempo de calidad podría ilustrarse como una cuenta bancaria emocional, donde los padres y madres ingresan a esa cuenta emocional de su hijo los momentos que pasa y comparte con él/ella. Son como memorias emocionales de los cuales podrá tomar en el futuro; sobre todo por que los va a necesitar cuando le visiten las contrariedades en su vida.

¿Es posible que un hijo sea una página en blanco o siempre llegan con una herencia familiar en lo psicológico?

La idea aristotélica de que somos un lienzo en blanco es una ficción. Venimos con historia. Somos seres con ancestros, somos seres transgeneracionales. Llevamos escritas muchas cosas en nuestras células. La epigenética ha venido a confirmar que hay una transmisión hasta celular de impactos que han vivido nuestros abuelos, que heredan nuestros padres y llegan a nosotros. Impactos en forma de bendición y otros en forma de sufrimiento. Desde abandonos hasta traumas emocionales, pero también grandezas, posibilidades, todo se hereda. Cada criatura que llega al mundo cae a una atmósfera, una red donde ya sucedieron muchas cosas y ahí pertenece. Y se habla de herencias de fortalezas, bendiciones.

En ese sentido, es muy importante que padres y madres no repitan destinos familiares que ya sucedieron antes en el gran árbol familiar. Si pudiéramos tener el ejercicio psicológico imaginario de oír o escuchar las voces de nuestros padres, abuelos, bisabuelos, seguramente nos dirían que no repitamos sus destinos y sus miradas y sus palabras serían solamente de bendición, pidiéndonos desde su paz que tengamos una vida plena, que vivamos tiempos de calidad con la familia, sobre todo con los hijos, que son los descendientes y que sin duda algún día también formarán su propia familia. ¿Qué herencias les estamos dejando si estamos compartiéndoles el mensaje de que el trabajo, nuestras preocupaciones, nuestros resentimientos esta primero antes que la familia? Sin duda la familia es primero. Nadie puede salir de su hogar y pretender que le vaya bien en su vida si no está en paz con su familia de origen y la actual.

Curiosamente, en el libro de Carlos Cuauhtémoc “La última oportunidad” en su página 37 dice lo siguiente: “Qué estúpidos somos a veces los seres humanos… Enterramos nuestros tesoros y nos llenamos los bolsillos de dinero, y lo peor es que ni siquiera nos damos cuenta…. Todo se convierte en un hábito. La rutina es nuestro peor enemigo. El trabajo, los proyectos, las exigencias, nos hacen olvidar lo que tiene más valor… De pronto nos vemos conduciendo el automóvil de la vida a toda velocidad sin percatarnos que lo más importante no es la carretera, sino esas personas que hemos olvidado y que llevamos viajando en el asiento de atrás. Lloramos de alegría cuando nos unimos a ellos o cuando los vemos nacer y lloramos de tristeza cuando se van, pero mientras están con nosotros evitamos darles nuestro tiempo, convivir, disfrutarlos en cada etapa… Y es que en el delirio rutinario todo nos resulta más urgente, desde el trabajo hasta un partido de fútbol.” “¿Cuánto vale una familia?, me dije. “¡La paz de un hogar es algo que no tiene precio y la dejaste escapar!¡Qué torpe has sido! La vida está pasando frente a ti y tu dormido, soñando con monstruos y vampiros.”

El texto anterior nos invita a DESPERTAR, a tomar conciencia y desactivar el piloto automático de nuestro cerebro, con la finalidad de contemplar y valorar a las personas que queremos y amamos y que nos acompañan en el camino. Nunca es tarde para tener una infancia feliz.

¡Gracias por haber llegado hasta aquí!

Envío paz a tu vida…

Ricardo Torres

Psicólogo